Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
¿Y las autoridades de la normal?
2015-01-15 | 09:27:17
Don Algón, salaz ejecutivo, le regaló a su linda secretaria Rosibel un finísimo abrigo de visón. Ella, feliz, procedió al punto a probárselo. En el momento en que lo hacía le indicó el ejecutivo: “Tu pantaletita se está bajando”. La bella chica, azarada, se revisó y dijo: “No se está bajando”. “Entonces -declaró don Algón- el abrigo va de regreso a la tienda”...

Capronio les comentó a sus amigos: “Mi mujer es la doble perfecta de Jennifer Aniston”. “¿De veras?” -exclamó admirado uno. “Sí -confirmó el ruin sujeto-. Jennifer pesa 60 kilos, y mi esposa 120”...

Contó una muchacha del talón: “Pienso que mi último cliente era radiólogo. Me dijo: ‘Acuéstese. No respire. Ya”...

Meñico Maldotado, infeliz joven con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna, hizo una confesión: “Todas estas noches le estado haciendo el amor a mi novia. Afortunadamente ella no se ha dado cuenta”...

¡Mañana! ¡Sí, mañana verá la luz aquí el vitando chascarrillo intitulado “La cacerola”! Mayor badomía no se ha visto desde la publicación de los dos sicalípticos relatos que salieron en este mismo espacio el 31 de diciembre último. No se pierdan mis cuatro lectores el cuento de “La cacerola”. Su aparición nos muestra la decadencia de las buenas costumbres, que ahora son regulares nada más.

Muy respetables son la pena y desesperación que sienten los padres de los jóvenes de Ayotzinapa. Esos sentimientos, sin embargo, no los deben llevar a extremos que desvirtúen su movimiento y contribuyan a desprestigiarlo. En uno de esos extremos incurrió el vocero de los padres cuando dijo que buscarán a sus hijos “en todos los cuarteles del país”.

A las claras se ve que eso es absurdo e imposible. Excesos graves ha cometido el Ejército, es cierto, en el curso de la lucha contra el narcotráfico y la criminalidad, pero en este caso no hay indicios que permitan suponer que las fuerzas armadas podrían tener secuestrados a los normalistas, o que hayan incinerado sus cadáveres en un crematorio castrense.

La autoridad federal no se ha mostrado omisa en la investigación de los sucesos. Junto con ella, y no como instrumento de extremistas, los padres de familia deberían seguir la búsqueda de sus hijos hasta determinar la suerte que corrieron. Su investigación ha de abarcar también otros espacios, por ejemplo la propia Normal de Ayotzinapa.

¿Quién ordenó a esos muchachos hacer el viaje a Iguala -largo viaje- para estorbar el acto del informe de la mujer del alcalde? ¿Quién los llevó a cumplir esa misión que tuvo un fin tan trágico? Hay sobrevivientes que pueden decir quién concibió la acción y quién la encabezó.

Nadie, sin embargo, se ha ocupado en señalar a ésos que tienen también grave responsabilidad en los acontecimientos. Los padres de los jóvenes desaparecidos han de exigir cuentas a los directivos del plantel al que sus hijos asistían.

Se supone que esas autoridades deben cuidar la integridad de los alumnos que les son encomendados, y no usarlos -ni permitir que los usen- como fuerza de choque o carne para la represión. Ya se ve que politizar la educación en esa forma puede tener un alto costo.

No permitan los padres de las víctimas que su dolor sea utilizado para justificar violencias irracionales y radicalismos que a nada bueno pueden conducir.

Una vez que he dado cumplimiento a mi cotidiana misión, la de predicar en el desierto, puedo poner punto final a esta columnejilla con un último cuento.

Aquella señora le contó a su amiga: “Mi marido tiene el feo vicio del juego. Jugó al póquer el dinero de la renta, y lo perdió. El casero lo amenazó con desahuciarnos a menos que me acostara yo con él, lo cual cubriría un mes del alquiler.

Mi esposo aceptó el trato”. “¡Qué barbaridad! -se escandalizó la amiga-. Y tú ¿qué hiciste?”. “Me resistí, claro -respondió la señora-. Le dije a mi marido que eso atentaba contra mi dignidad de esposa, contra mi honor y mi virtud de mujer casta y honesta.

Pero él insistió en tal manera que tuve que ceder, y me acosté con el casero”. “¡Desdichada de ti! -se condolió la amiga-. ¡Un destino peor que la muerte!”. “No tanto -declaró la señora-. Mi problema ahora es cómo decirle a mi marido que los próximos seis meses también ya están pagados”. FIN.







mirador

armando fuentes aguirre


Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan.

Murió el gran seductor -no hay quien pueda seducir a la muerte- y se vio frente a las puertas de la mansión celeste.

San Pedro, al apóstol de las llaves, lo reconoció en seguida.

-Eres Don Juan -le dijo-. No te permito entrar aquí.

El sevillano preguntó:

-¿Por qué?

Respondió el portero celestial:

-Amaste a muchas mujeres, y eso es un gran pecado.

En eso se apareció el Señor.

-Déjalo que entre -le ordenó a San Pedro-. Mayor pecado habría sido no amarlas.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...El PRI eligió candidata a gobernadora de Nuevo León...”.

En su mejor tradición

la designó por dedazo.

La unidad en este caso

va a traer gran división.

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