Por Catón
Columna: De politica y cosas peores
Informe presidencial
2014-09-02 | 09:48:49
Pirulina le contó a una amiga: “Anoche
salí con mi nuevo novio, y tuve que ponerlo
en su lugar”. Preguntó la amiga: “¿Es muy
aprovechado?”. “No -respondió Pirulina-.
Es muy torpe”. (Entonces no lo pusiste en
su lugar, insensata; lo pusiste en el tuyo)...
El anciano jefe de los pieles rojas sufrió
un episodio grave de constipación. Ningún
remedio fue suficiente para hacerlo
exonerar el vientre. El médico del pueblo
-veterinario él- fue llamado para asistir
al desdichado estíptico. Le administró
varios purgantes que no rindieron resultado
alguno.
Finalmente lo hizo beber un poderoso
laxativo que reservaba para caballos, asnos
y acémilas de gran alzada en general.
Un día después acudió al campamento de
la tribu a fin de interesarse por la salud
de su paciente. Le preguntó a uno de los
bravos: “¿Ya obró el jefe?”. “Sí -respondió
el hombre-. Dos veces antes de irse con el
Gran Espíritu, y seis después”...
Dijo una chica, filosófica: “El amor
duele”. Comentó otra: “No lo has de estar
haciendo bien”...
Con módica nostalgia recuerdo los
informes presidenciales de la época de la
dominación priista. En un país supuestamente
republicano esos actos eran un ritual
monárquico de vasallaje al soberano.
El presidente en turno, todopoderoso,
se avenía por disposición constitucional
a la tortura de leer, de pie y con el solo
auxilio de varios vasos de agua, un prolongado
mamotreto lleno de frases sonoras
y vertiginosas cifras -”la danza de los
millones” era llamado ese papaveráceo
documento-, cuyo único interés residía
en llevar oficialmente la cuenta de las
veces que el altísimo señor era aplaudido,
para citar la cifra al día siguiente en los
periódicos.
A aquella hipnótica lectura que parecía
eterna seguía una ceremonia cortesana
que se conocía con el nombre de “besamanos”,
aunque en verdad tal designación se
quedaba muy arriba. Es bueno que haya
desaparecido toda esa pompa y esa circunstancia.
Su extinción en nada atentó
contra la República, antes bien la fortaleció
y dignificó.
Ahora el secretario de Gobernación
hace llegar a los congresistas el informe
para que con su pan se lo coman. Cumplida
en esa escueta forma la formalidad, el
Presidente da un mensaje a la Nación. Yo
lo oiré este día, no tanto por deber profesional
como por interés de ciudadano.
Las reformas logradas por Peña Nieto
constituyen un hito de importancia en la
vida nacional.
Seguramente el Presidente hará alusión
a ellas, y dirá lo que de esos cambios podemos
esperar. Ojalá ese acto sea realmente
republicano, y no aparezca en él ninguna
seña de subdesarrollo político. Decoro
necesitamos, no decoración. (Esta última
frase no viene al caso, pero la dejo porque
suena muy bonito. Suena como frase de
informe presidencial)...
En el bar del hotel una recién casada le
preguntó a otra: “¿Ronca tu marido?”. Respondió
ella: “Todavía no lo sé. Solamente
hemos estado casados cuatro días”...
El viajero vivía en una gran ciudad,
hermosa, segura y llena de atractivos.
Cierto día llegó a un villorrio de unos
cuantos miles de habitantes, alejado de
todo y sin atractivo alguno. Aun así decidió
quedarse a vivir ahí. ¿Por qué? Sucedió
que estuvo con una chica de tacón dorado,
bella, agradable y consumada experta en
todos los temas y variaciones de lo que
Ovidio llamó el ars amandi, arte de amar.
Al sacar la cartera para pagarle se le
cayó una moneda de 10 pesos. La recogió
ella, se la embolsó y le dijo al viajero: “No
tengo cambio. Hagámoslo otra vez”. Esa
fue la razón por la cual el viajero decidió
quedarse en aquel pueblo: no había inflación...
El novio se preocupó bastante cuando
llevó a su prometida a conocer la casa en
que vivirían. “Ésta es la sala” -le mostró.
Dijo ella: “Sí, claro”. “Ésta es la recámara”.
“Sí, claro”. “Éste es el comedor”. “Sí, claro”.
Llegaron a la cocina, y preguntó ella intrigada:
“Y esto ¿qué es?”... Un adolescente
llegó a la tienda y dijo: “A mis papás les
gustó la ropa que compré. ¿Puedo cambiarla?”...
En la feria del pueblo soltaron una
marranita ensebada. Quien la pescara
se la llevaría como premio. Nadie podía
echarle mano a la cerdita; a todos se les
escurría por el sebo de que iba cubierta.
Una mujer citadina, sin embargo, la atrapó
fácilmente. Alguien le preguntó después:
“¿Cómo hiciste para agarrarla?”. Explicó
ella: “Es que soy jugadora de boliche”. (No
le entendí)... FIN.


mirador›
›Armando
Fuentes Aguirre
El cielo de Saltillo es claro.
Claro: es el cielo de Saltillo.
El cielo de mi ciudad es más
celeste que cualquier otro cielo. Si
me apuran un poco diré que es más
celeste aún que el Cielo.
Es tan claro este cielo que por las
noches se pueden ver las estrellas.
Y eso no es nada: tan claro es ese
cielo que por la noche las estrellas
pueden ver a Saltillo.
De doble vía es ese gozo celestial:
nosotros vemos las estrellas; las estrellas
miran a Saltillo.
Ellas salen ganado, desde luego.
La vista de abajo hacia arriba es
muy hermosa, pero la de arriba hacia
abajo es mejor.
En fin: alguna ventaja debía tener
ser una estrella.
¡Hasta mañana!...
man ganitas
››por afa
“...Capturan a un jefe de cártel...”.
La gente dice a una voz:
“La captura es importante.
En prisión ese maleante,
quedan sólo 100 mil dos”.

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