Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Mes de la patria
2014-09-01 | 09:42:19
Meñico Maldotado, infeliz joven con quien
la naturaleza se mostró avara en la parte
correspondiente a la entrepierna, contrajo
matrimonio con Pirulina, muchacha pizpireta
avezada en las cosas de la vida. La
noche de las nupcias Meñico dejó caer la
bata de seda roja que había comprado para
la ocasión, y se dejó ver por primera vez al
natural ante los ojos de su mujercita.
Pirulina le vio la correspondiente parte
y dijo: “Dos años de noviazgo. Preparativos
de la boda: que las invitaciones, que la
iglesia, que el coro, que la alfombra, que las
flores, que el registro civil, que el salón de
recepciones, que el vestido, que el velo, que
los zapatos, que el peinado, que el maquillaje,
que las damas, que la orquesta, que los
arreglos de las mesas, que la luna de miel...”.
Hizo Pirulina esa larga enumeración,
y remató luego con disgusto señalando el
modesto atributo de Meñico: “Todo ¿para
eso?”...
Capronio, ruin sujeto, le pidió a su dineroso
amigo Crésido que le prestara la suma
de mil pesos. Crésido lo conocía bien. Sabía
que prestarle dinero al tal Capronio era tan
riesgoso como volar a 10 mil metros de altura
agarrado a la picha de un zancudo. Así, le
negó el préstamo.
Le dijo: “Si te presto esa cantidad lo más
probable es que no me la pagues. Dejaríamos
entonces de ser amigos, y estimo demasiado
tu amistad como para perderla por mil pesos”.
Replicó Capronio: “Entonces préstame
2 mil”...
Mansueto Belcuore, viejo actor de carácter,
desempeñaba siempre papeles de
ancianito bueno, igual que Henry Travers
o Edmund Gwenn. Un director de cine lo
contrató para hacerla de malo en una película
de gangsters. Lo instruyó: “Deberá
usted tener siempre la mirada dura. Espero
que eso no se le dificulte, pues su modo de
mirar es tierno y dulce”. Cuando Mansueto
se presentó en el set el primer día de filmación
todos se asustaron: mostraba la mirada
más dura que se había visto en la historia de
la cinematografía.
Ni los mayores villanos de la pantalla
-Edward G. Robinson, George Raft, Lee
Van Cleef, o entre nosotros Carlos López
Moctezuma- tenían en la mirada tal dureza
como la de aquel bonachón actor convertido
de pronto en hombre malo. El director de la
película le preguntó admirado: “¿Cómo hizo
usted, mister Belcuore, para tener tan dura
la mirada?”. Explicó el bondadoso anciano:
“Molí una pastilla de Viagra y me eché los
polvitos en los ojos”. (¡Lo que es saber caracterizarse!)...
Alguien le preguntó a Babalucas: “¿Cómo
se les llama a los nacidos en Aguascalientes?”.
Respondió él: “¿Quiere los nombres
uno por uno?”...
Aquel obrero le consiguió chamba a su
compadre en la fábrica donde trabajaba. El
primer día de labores le dijo: “Vamos a la
oficina a pedir un permiso para tuercas”.
Poco después: “Vamos ahora a pedir un permiso
para tornillos”. Y luego: “Vamos ahora
a pedir un permiso para pernos”. Al oír esto
último estalló el hombre. “¡Óigame no, compadre!
-protestó-. ¡Si hasta para hacer eso
hay que pedir permiso yo mejor me voy!”...
Empieza hoy septiembre, el mes de la Patria.
Yo lo recibo con igual sentimiento con el
que asistía de niño, los lunes por la mañana,
a la ceremonia de honores a la bandera en el
extenso patio de la Escuela Primaria Anexa
a la Normal. Nada ha podido quitarme ese
fervor por México.
Algunos lo tildarán de cursi, otros de anacrónico,
pero ¿cómo podría yo dejar de amar
a mi país si lo he recorrido todo, y conozco
su historia trágica y espléndida, y me he
deslumbrado con su arte y sus artesanías, y
he oído y cantado su canción, y he saciado mi
gula con la infinita gala de su gastronomía,
de sus mil gastronomías?
¿Cómo podría dejar de amar a México
si me aprendí de memoria el poema Suave
Patria, de Ramón López Velarde -sería capaz
de recitar ahora mismo, sin equivocarme,
todas sus estrofas-, y sé por tanto que la
patria, esta patria dolorosa y dolorida, es
impecable y diamantina? Eso quiere decir
que no le cabe culpa en las perversidades de
sus malos hijos, y que tiene al mismo tiempo
la fortaleza de los diamantes, y su luz.
Todos los meses deberían ser mes de la
Patria. Cada día deberíamos hacer algo en
bien de México. Decir esto no es patrioterismo.
Es amor, buen amor de mexicano a su
país. Llámenme ahora cursi o anacrónico.
Le pediré a un mariachi que me toque el son
de La Negra, y con esa música sustantiva
acallaré todos los adjetivos... FIN.

mirador
››Armando
Fuentes Aguirre
La gata tuvo gatitos.
Otra vez.
No soy nadie para juzgar su comportamiento,
pero según parece esta
prolífica mamá no sabe contenerse, ni
desoír los llamados de la naturaleza. A
veces tales llamados no me dejan dormir,
pues se emiten desde las azoteas
en forma de maullidos wagnerianos,
sonoros fufos, y ululatos que quiebran
el silencio de la noche con estrépito de
cristalería rota.
Sin embargo los gatitos son tan bellos
que le perdono a la gata sus desvíos.
Los mínimos mininos me miran
con ojos de interrogación. De seguro
se preguntan: “¿Quién es éste? O más
probablemente: “¿Qué es eso?”.
Yo me resigno a la nueva camada,
y no hago pronunciamiento alguno
acerca de la gata y su conducta. Ya lo
dije: con la naturaleza no se puede. Y
menos cuando es tan natural.
¡Hasta mañana!...
manganitas
››por afa
“...Banderas en la calle...”.
Es propicia la ocasión
para mostrar la bandera,
pero mucho mejor fuera
llevarla en el corazón.

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