Por Raúl López Gómez
Columna: Cosmovisión
Mediáticos
2014-02-17 | 21:44:21
En el desgarriate que se da en los medios de comunicación veracruzanos, ahora resulta que en el mundo del villamelonismo, todos viven en un total e irrestricto apego a la ética, algo que suena fantasioso y profundamente vano.

Alguien por ahí se atrevió a criticar a los propios colegas de la información, cuando lo mejor sería una convocatoria a la unidad, que por supuesto sería un sueño.

La prensa veracruzana llena de historia y de anécdotas, además de una férrea lucha por la libertad de expresión, siempre ha sido víctima de la intolerancia y los grandes personajes del poder público que es en donde proviene la molestia a que se escriba la verdad y se cause escozor por el trabajo de los medios informativos.

En algún tiempo en estos lares, los reporteros tuvieron en el profesor Alfonso Valencia Ríos, al personaje que con sapiencia y prudencia guió y protegió sin distinción a todos los colegas, “la prensa unida de Veracruz, le quiere hacer unas preguntas”, decía al iniciar alguna entrevista con las más connotados hombres y mujeres que llegan a estos lares para cumplir con alguna actividad política o social.

En aquel tiempo, los reporteros que vienen ya con una generación aun vigente con un promedio de treinta años en “las infanterías de la prensa de Veracruz”, como también decía don Alfonso, insigne hombre pulcro y solidario con los periodistas de toda la entidad, que se mantenían unidos en torno a quién por muchos años ejerció el periodismo con gran pasión.

El profe Valencia, con una humildad inaudita y una formación académica impresionante, nunca recriminó nada a ninguno de sus colegas, por el contrario siempre estaba abierto a ayudar a sus compañeros cuando se le acercaban a pedirle algún consejo o apoyo para el ejercicio de esta delicada labor.

Así pasaron los años, casi más de tres décadas en donde Alfonso Valencia Ríos, guió con sapiencia y prudencia, a un buen número de sus colegas que desde las ocho de la mañana se acercaban a él para compartir en el tradicional café la mesa desde donde de un momento a otro se podía detectar a la fuente informativa para la entrevista.

En varias ocasiones, Alfonso Valencia, alzó la voz para defender a sus compañeros de los medios informativos, en otras para encausar alguna lucha como en el caso de las perforaciones petroleras en las costas veracruzanas.

Valencia Ríos, considerado en aquella época como el periodista más representativo del gremio, con el paso de los años empezó a enfermar, pero nunca dejó de escribir y desde la cama del hospital, dictaba sus notas, para nunca fallarles a sus lectores en el decano.

Sus colegas, en alguna ocasión se acercaron para pedirle que aceptara un homenaje en agradecimiento a los muchos años de los momentos compartidos a su labor incansable en la tarea reporteril. Al paso de varios intentos, el profesor Valencia, por fin dijo sí: “acepto pero con una sola condición, se trata de una reunión entre colegas, sin la presencia de políticos, si veo que me traen algún político me voy”. Al poner una fina línea delgada entre el trabajo y la vida personal, pero que para él era inalterable.

El evento encabezado por el colega fotógrafo José Antonio Montenegro y los compañeros que se reunían todos los días en el café con don Alfonso, organizaron en la Casita Blanca de Agustín Lara, el encuentro en donde simplemente se hizo patente ese día el gran cariño y el agradecimiento que siempre se le tuvo a quién fue un maestro del periodismo para todos aquellos que tuvieron la fortuna de contar con un gran personaje que logro encausar con precisión, esmero y dedicación a sus muchos colegas que le rodeaban.

Así en la tragedia, en la amenaza y en los momentos difíciles, Alfonso Valencia Ríos, siempre dispuesto a luchar por la libertad de expresión y la integridad de sus compañeros, que por cierto en aquella época de los años ochentas en Veracruz se vivió una época difícil para ejercer el periodismo como ahora.

Precisamente, vinieron las amenazas de muerte y agresiones a varios periodistas desde el poder político y en la unidad se siguió adelante en un gremio sólido que la búsqueda de la información, fue siempre el elementos confraterno para trabajar sin distinción de medios.

El día que don Alfonso murió, en el mes septiembre, precisamente había pasado su cumpleaños y ya con más de ochenta años de edad, sus colegas le acompañaron hasta su última morada en un duelo que duró muchos años por la ausencia de quién hoy se puede decir cómo nos hace falta el profesor Valencia. Así las cosas

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