Bello rostro tenía aquella chica. Es una pena que pocos hombres lo vieran, pues casi todos centraban sus miradas en el turgente busto de la joven, en su incitativo caderamen y en sus bien torneadas piernas. Un individuo la abordó en el bar. Le dijo: “Te invito una copa. Vamos a mi mesa”. “Lo siento -declinó ella-. No bebo con hombres casados”. “No soy casado -respondió el tipo, suficiente-. Nada más los pendejos se casan”. “Perdona -se disculpó la chica-. Es que tienes cara de casado”.
Himenia Camafría, célibe madura, conoció en los portales de la plaza a un caballero que le pareció muy interesante pues no llevaba anillo de matrimonio. Lo invitó a merendar en su casa, y en los siguientes días renovó la invitación.
El señor era amable y comedido; nunca bebía más de dos de las copitas de vermú que le ofrecía su anfitriona y parecía disfrutar las recitaciones con que ella lo obsequiaba: “El seminarista de los ojos negros”, “Los motivos del lobo”, “Sonatina”. Bien pronto la señorita Himenia concibió planes relativos al señor. No hallaba, sin embargo, ocasión propicia para llevarlos a la práctica.
Una tarde, por fin, se le presentó la oportunidad. Sucedió que don Camelio -así se llamaba el caballero- mantuvo demasiado tiempo entre los dedos el cerillo con que iba a encender su cigarro, de modo que la llama casi le llegó a los dedos. “¡Ah! -exclamó-. ¡Por poco me quemo!”.
Ahí se acomodó la señorita Himenia. Le dijo a don Camelio: “Más vale casarse que quemarse, amigo mío. ¿Por qué no nos casamos?”. “Imposible -opuso el visitante-. Ha de saber usted que soy pederasta, sodomita, sadomasoquista, exhibicionista, voyeurista y travestí”. “¿Y eso qué importa? -replicó la señorita Himenia-. Total, usted sus hobbies y yo los míos”.
El resto de mis días deberé portarme bien. Para eso tendré que hablar con la vida, que todavía me da ocasiones de portarme mal.
Lean mis cuatro lectores esta nota aparecida ayer en un periódico de Saltillo: “Con el nombre del columnista más leído en todo México se inauguró ayer la Escuela Primaria “Armando Fuentes Aguirre, Catón”, en el tercer sector de la colonia Nueva Mirasierra.
El Gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís manifestó que Saltillo y Coahuila se sienten muy honrados al ponerle a esta escuela el nombre de un gran coahuilense.
Recordó que Catón es un comunicador visionario, escritor talentoso, prolífico historiador, cronista de Saltillo y un maestro de enorme compromiso por trasmitir a las nuevas generaciones lo mejor de nuestra cultura”.
La escuela que se inauguró está en la parte sur más sur de mi amadísima ciudad, en las estribaciones de Zapalinamé, la Madre Sierra cuyos picachos escalé en mi juventud.
Desde ahí se puede contemplar el anchuroso valle de Saltillo y las montañas color azul añil que lo circundan.
En la ceremonia hablé ante un público formado exclusivamente por niños y niñas de 7 a 70 años de edad. Les relaté pasajes de mi infancia y les asesté un consejo: lean.
Le pedí a mi esposa que se pusiera en pie, para presumirla, y luego di las gracias: al Gobernador Riquelme, quien ordenó la construcción del plantel; al alcalde saltillense y al secretario de Educación en el Estado; a los directivos y maestros de la escuela; a las niñas y niños; a los padres y madres de familia; a la numerosísima concurrencia, y sobre todo a la vida -a la Vida- que se empeña en llenarme de dones, inmerecidos todos y por lo tanto más agradecidos.
Al terminar la ceremonia un grupo de hermosas y gentiles damas se me acercó, y una de ellas me dijo: “Es usted un regalo para nosotras”. Respondí: “Pueden desenvolverlo”. FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Este viento que llega de la sierra ya es de invierno.
Es viento gris. De ese color se ven los pinos que hace unos días se miraban verdes.
Los muros de la casa han perdido sus colores, y son grises. Grisáceo también se ha puesto el mundo.
No hay nubes: el cielo todo es una sola nube. Si baja un poco más desapareceremos.
El corazón está preso de sí mismo. Con esta niebla los recuerdos no se pueden recordar. La vida ahora es un poco muerte.
En este momento llega de la cocina el ruido que hace la olla al borbollar. El olfato percibe aromas de guiso campesino. Se escuchan voces de mujer, gritos y risas de niños.
Las paredes de la casa dejan de ser grises y se vuelven azules, rojas, amarillas y de color de rosa.
Ahora la vida no se parece ya a la muerte.
Ahora la vida se parece a la vida.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“. Desciende la temperatura.”.
Con esta crisis caraja,
con esta inflación tan dura,
ahora la temperatura
es lo único que baja.
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