Las revisiones de la transición con un cambio de gobierno diferente a los que se mantuvieron poderosos en los últimos noventa años en este país, hacen su lucha, y lógicamente se resisten a dejar trabajar al presidente Andrés Manuel López Obrador y menos darle algo de reconocimiento a los avances logrados en los primeros siete meses de un gobierno diferente y que apuesta a apoyar a los pobres, miserables y desprotegidos que antes estuvieron abandonados.
Ahora, con el paso de los días, semanas y meses, los críticos y detractores salen de todas partes y como en los tiempos de don Porfirio Díaz, después de treinta años de operar el poder presidencial, lloran al país que se les fue.
Los expertos serios, y la propia población en su mayoría, coinciden de que aún no es tiempo de juzgar anticipadamente a la Cuarta Transformación de AMLO.
Estos primeros siete meses, han servido para poner muchas cosas bajo la lupa, y poco a poco salen a relucir, los situaciones dolosas y defraudadoras que se hicieron con el erario público, mientras la gente sufrió de miseria, persecución y de impunidad.
Pero, los que se desgarran las vestiduras criticando y hasta dramatizando los cambios estructurales del gobierno de AMLO, parece que les va la vida en la forma en que se muestran hasta teatrales para no ser convincentes en las supuestas defensas de lo que no se puede defender, luego de los abusos de poder y del robo de las arcas públicas.
Citar las fallas en la administración pública en gobiernos pasados en todos sus niveles, resultaría sacar muchos tomos de un manual de corrupción extrema, hasta con doctorado, pero mejor que se queden algunos con sus corajes y caprichos.
En los consensos de calle y en general entre los de a pie, es que la gente está contenta, sí feliz con los primeros meses del gobierno de AMLO, y ni modo que se pueda maicear o convencer a las mayorías que están a gusto y abonan a esperar cuando menos a la mitad del periodo gubernamental para ver el comportamiento de los estándares y de los funcionarios en general de la Morena de fuego, que se cuida de que no le penetren indeseables, malosos y mañosos de los pasados gobiernos, que simplemente se hicieron millonarios en un sistema decadente y en extinción.
También es cierto, en los niveles de impartición de justicia no se cantan mal las rancheras y las apuestas a llevarle la contra al gobierno de AMLO es parte del juego político.
Por eso, ya se dice que habrá relevo en la secretaría de gobernación, en donde doña Olga Sánchez Cordero, se encuentra precisamente en la tablita.
Muchos personajes no pasan los controles de confianza en torno a los miles de funcionarios que no se tocaron el corazón para hacerse de alguna propiedad allende las fronteras en el clásico de sentirse del primer mundo o en un afán de autoprotección y seguridad económica.
Las malas vibras y rumores, así como las apuestas es que doña Olga, se va y no precisamente de embajadora, sino a cuidar a sus nietos, porque no está para estos trotes, y además ya no necesita de andarse desgastando en la actividad política, cuando se labor jurisprudencial está a la vista de los acaudalados ministros de la Corte, también ya en extinción y que se resisten a dar paso a la Cuarta Transformación con una justicia de conveniencia. Así las cosas.
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