El efecto AMLO, es un espejismo que se ve a lo lejos como ilusión, que nunca se alcanza, porque se simula, se cree y se piensa, pero al final no existe. Todo es efecto de la retórica y de la creación de escenas ficticias en una política en donde se trata de hacer creer que es el yin y el yan y al político tabasqueño lo han pretendido hacer ver como si se tratara del mal.
También, en ese juego perverso de la política, Andrés Manuel López Obrador, líder y dueño de MORENA, que se le dio como un regalo al juego político de jugar al eterno antagonismo de un sistema caduco, que se niega a caer y a cederle el paso, desde 1988, cuando en le rebelión de los partidos políticos de izquierda, se cayó el sistema, pero el cibernético y el autor de la frase paradójicamente hoy es un férreo militante radical antes del PRI, Manuel Bartlett.
Así con el correr de los años, la vida de López Obrador, ha sido la de todo un pachá, al aprender a vivir con esa supuesta lucha en donde cuando se manejó como jefe de gobierno en la ciudad de México, las condiciones en materia de seguridad empeoraron y no se mostró nunca como en un adalid de ir en contra de la corrupción y por el contrario esta floreció. Y simplemente cerró los ojos al “dejar hacer, dejar pasar”.
Con todo lo que está documentado y escrito, en donde son muchos los personajes que se le unieron en una carrera política, que les dio por ser ricos, y lo son a base del presupuesto público obtenido en el desempeño de cargos públicos y de cargos de elección popular.
Son los mismos políticos de siempre, los que se van acomodando acordes a los tiempos y pueden salir a la cancha, cuando las condiciones lo requieran y lo permitan desde el poderoso país del norte.
El lenguaje, el sentido común, el hartazgo de la gente por los hechos de la inseguridad, los problemas económicos, el desempleo y la falta de oportunidades, son parte del condimento que en este momento ayuda a los que anhelan el poder político de la presidencia y de las gubernaturas para hacerse de más capital, pero son los eternos de izquierda que cobran con la derecha.
En el parafraseo del profesor Carlos Hank González, emblema del priismo en toda una época de poder, porque se consolidó como un modesto profesor rural a todo un personaje que floreció en la actividad política en niveles insospechados: “político pobre, es un pobre político”.
Por eso, es que en la realidad no hay políticos pobres, cuando se les conoce a quienes vienen de la pobreza y emergen al poder económico por la política, como parte de los beneficios de un sistema al que se puede acceder hasta para lograr los sueños incumplidos.
López Obrador, es parte de un concierto, sí de una sinfonía de poder político, que ya lo ubicó y lo puso en la mayor dimensión de operar al país con una visión diferente de supuesta izquierda, para tratar de detener, el crecimiento de las familias que por décadas se hicieron millonarias a base de la cercanía del poder político y de los premios por los servicios prestados.
Aquí, está la clave de que se le dimensione en una ficción etérea de poder popular, cuando en una población nacional, las estadísticas marcan que sólo cuatro de cada diez pueden votar por él.
Luego entonces, las encuestas son un juego efímero de ficción para dar calambres al sistema agónico y caduco que se ha ensañado con un pueblo, que también necesita de respirar y cuando menos un poco de paz, para frenar el intenso trabajo diario de lucha y de escasez para dar oportunidad a sus familias de acceder a la superación a través de la educación, ramo del que precisamente son parte quienes desde la ideología de izquierda pretenden dar el salto a la grandota, sí a la presidencia o gubernaturas para iniciar una nueva época de persecución y absolutismo como sucedió en tiempos de la revolución francesa.
Por lo que los expertos, dicen se trata que la llegada de AMLO, pareciera a una nueva revolución cíclica, pacifica que se va a hacer por el voto de los pobres y de las grandes mayorías, cansadas de luchar por sueños y anhelos que no se cumplen.
Pero en la realidad, lo peor está por venir, porque cuando estos personajes cargados de odio y rencor acceden al poder público, se convierten en los nuevos dueños de un imperio a los que están sometiendo a todos los que sintieron que estuvieron en su contra y por lo mismo son auténticos demonios.
En la paradoja, la furia y la crisis de histeria de la lucha de un solo hombre con su pluma a defender a todo un sistema que se opone a ver la realidad de todo un país, se ve risible y de fantasía, a quienes lloran a la gran ubre que se aleja y ven perder, y con ello las prebendas y privilegios de ahora, que están en riesgo y por ello el temor a dejar de vivir en la abundancia.
Tal es el caso del periodista histérico, Ricardo Alemán, vocero de una televisora que también entra a la decadencia y buscan a toda costa aunque sea trepar en el cabuz del tren de AMLO, por si las moscas. Así las cosas.
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