Por Catón
Columna: De política y cosas peores
¡Lástima de hombre!
2018-03-16 | 09:22:08

Don Astasio llegó a su casa después de una dura jornada de trabajo. Colgó en la percha su saco, su sombrero y la bufanda que usaba incluso en los días de calor canicular y luego se dirigió a su alcoba a fin de reposar un rato antes de la cena.


 


Lo que vio en la recámara le quitó el apetito. He aquí que doña Facilisa, su mujer, estaba en lecho conyugal refocilándose con un sujeto al que llamaba Pancho. Pancho p’acá; Pancho p’allá. Más bien Pancho p’acá.


 


Tras contemplar la escena don Astasio fue al chifonier donde guardaba una libreta en la cual anotaba vocablos denostosos para enrostrar a su mujer en tales ocasiones. Volvió y le dijo a la pecatriz: “¡Taranta!”. Había hallado esa palabra leyendo a Pérez Galdós.


 


El término se usa en las Islas Canarias para motejar a la mujer liviana, y ya sabemos que don Benito era canario. “¡Ay, Astasio! -replicó, impaciente, doña Facilisa-. Tú y tus palabrejas. ¿Por qué no esperas a que se vaya la visita y luego me las dices?”...


 


Don Geroncio, nonagenario caballero, acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna y le informó con tono lastimero: “Doctor: no puedo mear”. Preguntó el médico: “¿Qué edad tiene usted?”. Respondió el afligido señor: “90 años”. Le indicó el facultativo: “Pues ya meó bastante ¿no?”...


 


Es una paradoja, y al mismo tiempo una pena. Jamás el PRI había tenido un candidato presidencial tan bueno como José Antonio Meade -si acaso Ernesto Zedillo se le equipara-, y nunca tampoco los priistas habían tenido un candidato con tan pocas posibilidades de ganar la elección.


 


En efecto, Meade es un hombre honesto, inteligente, preparado, buen esposo y buen padre de familia, y que ha mostrado eficiencia en los distintos puestos que ha desempeñado.


 


Entre todos los aspirantes a la Presidencia es el que mejores cualidades tiene. Sería un excelente mandatario. Pero aunque sabemos que el prigobierno pondrá en ejercicio todos sus recursos para llevarlo al triunfo, también sabemos que ni siquiera la poderosa maquinaria gobiernista y la sólida estructura del partido oficial conseguirán que Meade llegue a Los Pinos.


 


Y es que va cargando sobre los hombros a Enrique Peña Nieto, del mismo modo que López Obrador va cargando sobre los hombros a López Obrador, y eso puede acarrearle la derrota. Es una pena, pero así es. Digamos en relación con Meade: “¡Lástima de hombre!”.


 


Así se dice en el Potrero para aludir a uno cuyos méritos no son aprovechados. Himenia Camafría, madura señorita soltera, sintió un día la necesidad de que un hombre la acompañara en el camino de la vida.


 


Ni su gato el Quiri ni su periquita Daisy eran ya suficiente compañía para aliviar su soledad. Así, publicó un anuncio en el periódico: “Busco marido”. El mismo día recibió 452 mensajes: “Ven por el mío”. En un bar de Dublin los parroquianos seguían en la tele una misa oficiada por el Papa Francisco. Se hallaban ahí dos turistas norteamericanos. Uno de ellos le pidió al cantinero: “Quita eso. Está muy aburrido”. De inmediato se lanzaron sobre él varios forzudos individuos que tras tundirlo a golpes lo echaron a la calle junto con su compañero. Le dijo éste a su lacerado amigo: “¿Cómo pudiste decir eso? ¿No sabes que los irlandeses son católicos?”. “Sí lo sé -contestó penosamente el otro-. Lo que no sabía es que el Papa también es católico”. Noche de bodas. Dulciflor, la ingenua novia, le dijo muy nerviosa a Pitorrango, su flamante y sabidor marido: “No sé lo que me pasa, Pito. Las piernas me están temblando”. “Es natural -respondió con displicencia Pitorrango-. En unos momentos más tendrán que separarse”. FIN.


Mirador


 


armando fuentes aguirre


 


 


Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.


 


Después de muchos años de muy buena vida don Juan pasó a la otra.


 


San Pedro, el portero celestial, le dijo que no podía entrar en el paraíso.


 


-Está bien -aceptó con arrogancia el sevillano-. Cada mujer que tuve entre mis brazos fue para mí un paraíso. No necesito otro.


 


Ya se retiraba cuando llegó el Señor. Le preguntó a San Pedro:


 


-¿Por qué no lo admitiste?


 


-Señor -explicó el apóstol de las llaves-, ese hombre sedujo a muchas mujeres. Es el gran seductor.


 


-Ah, Pedro -meneó la cabeza el Señor-. Se ve que no conoces a las mujeres. Déjalo entrar. No es el gran seductor: es el gran seducido.


 


Así dijo el Señor. Y don Juan entró en el paraíso. En un paraíso más.


 


¡Hasta mañana!...


 


 


 


manganitas


 


por afa


 


 


“...Le trasplantaron a un hombre un estómago completo...”.


 


Exclamó cierto viejito


 


con mucha pena: “¡Caray!


 


Todos los trasplantes hay,


 


¡menos el que necesito!”.

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