El sultán descubrió que su hijo mayor se entregaba al placer solitario. Preocupado, llamó al eunuco de su harén y le ordenó que le asignara al chico una odalisca que lo quitara de hacerse justicia por su propia mano.
Días después el sultán se asomó a la alcoba del muchacho. Quedó desolado al ver que seguía en lo mismo. “¡Pero Osmán! -le dijo en tono lamentoso-. ¿Acaso no te regalé a la más hermosa de todas mis mujeres?”. Contestó el joven pajero: “Sí, padre. Pero ya se le cansó el brazo”...
Gonzalo N. Santos (la N es de Noradino) fue durante muchos años cacique de San Luis Potosí. Gobernó ese estado de 1943 a 1949, pero su cacicazgo se prolongó más tiempo.
Era gobernador cuando un alcalde recién electo acudió a él y le pidió consejo sobre el modo de llevar las cosas en su municipio. Le aconsejó aquel fuerte señor: “Ponte bien con el obispo. Tiene poder político y te puede chingar.
Ponte bien con los ricos del pueblo. Tienen poder económico y te pueden chingar. Y ponte bien con el maestro. Tiene poder social y te puede chingar. Pero sobre todo ponte bien conmigo. Tengo poder político, económico y social, y yo sí te chingo, cabrón”.
¿Fue eso una advertencia o una amenaza? Difícil es a veces distinguir entre una y otra. En igual caso está la declaración de López Obrador respecto al tigre que se soltará si hay fraude electoral. Dijo AMLO que él no se compromete a atarlo.
Sabemos que el tres veces candidato considera que una elección es legal si él la gana, y fraude si la pierde. Al margen de eso su expresión: “Ya no voy a estar yo deteniendo a la gente” evidencia un talante autoritario, mesiánico, arrogante.
Según su dicho él puede mover a la gente a voluntad; frenarla o darle suelta. “Si se atreven a hacer un fraude electoral yo me voy a Palenque y a ver quién va a amarrar al tigre”.
Es decir, sólo él es capaz de manejar a la masa como hace un Führer, un Duce o un Caudillo. En su actitud hay una dosis alta de egocentrismo y prepotencia. Lo que dijo es bravata de jaque valentón.
Parece estar diciendo: “Yo soy el salvador de la Patria. Si me voy vendrá el desastre. Y arréglensela como puedan, que yo no meteré la mano”. ¿Advertencia? ¿Amenaza? Sea lo que sea eso suena a arrogancia, a soberbia.
AMLO se siente rabadán de un rebaño al que puede soltar o detener con un movimiento de la mano. Si tal es el candidato habrá que considerar cómo sería el Presidente. El mismo López Obrador ya nos lo está diciendo.
Don Pacato era pilar de su comunidad. A más de dueño del único banco del lugar era presidente del Club Filatélico y Gran Dragón de la Secreta Orden Revelada. Otra función de trascendencia se había conferido a sí mismo: la de velar por la moral social.
Para tal fin se consiguió un nombramiento del Cabildo que lo autorizaba a censurar los espectáculos que llegaban al pueblo y las películas que se exhibían en el cine de la localidad.
Cierto día una pareja de cómicos se presentó en el teatro. Eran bastante conocidos, pero don Pacato jamás había oído hablar de ellos, pues no leía periódicos. Alguien le dijo, sin embargo, que los tales comediantes usaban palabras inconvenientes en sus actuaciones.
Así, acudió a la función de estreno con su atuendo de moralista: chaqué; reloj de bolsillo con leontina; corbatín de cinta; polainas y zapatos de charol. Muy poseído de su importancia ocupó, solemne, su butaca de primera fila.
Empezó el diálogo de los actores. Uno de ellos le preguntó a su compañero: “¿Sabes cuál es la mejor parte de la mujer?”. De inmediato don Pacato se puso en pie, y volviéndose hacia el público anunció severo: “Si dice que es el coño suspenderé la función”. FIN.
mirador
armando fuentes aguirre
Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que escuchó a Paul Robeson cantar “Ol’ Man River”, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Los profesionales de la religión se dan a sí mismos el título de ministros del Señor. La palabra “ministro” designa a aquel que representa a otro, o es enviado por él. Nadie debería incurrir en la soberbia de considerar que ostenta la representación de Dios.
-En mi opinión -siguió diciendo Jean Cusset- los verdaderos enviados de Dios son los pobres, para que remediemos su necesidad; los enfermos, para que veamos por ellos; los que están solos, para que les demos nuestra compañía; los que sufren, para que los consolemos. En ellos debemos buscar al Señor. En ellos lo encontraremos.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...
manganitas
por afa
“...Renunció un colaborador cercano de Trump...”.
Aunque hizo muy buen papel
el patán lo despidió.
La verdad, opino yo,
debería renunciar él.
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