Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Vientos de divisionismo
2018-02-19 | 11:46:14

“No fornicarán, y no desearán la mujer de su prójimo”. Eso les ordenó Moisés a los israelitas cuando bajó del Monte Sinaí con el decálogo que le entregó Yahvé. Una sonora rechifla siguió a sus palabras. Los hombres silbaban con enojo, y con mayor indignación aún pitaban las mujeres. “Esperen, esperen -se asustó Moisés-. Eso es lo que dice la ley. Falta lo que diga la jurisprudencia”...


 


Don Poseidón, ranchero acomodado, acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna. “Busco algo para el estreñimiento”. El facultativo precisó: “Querrá usted decir constipación, apretura de vientre, astricción, coprostasis, obstrucción, estipiquez o estipticidad y obstipación”. “No sé qué sea todo eso -se atufó el vejancón-, pero quiero una medecina (así dijo) para el atoro”. Contestó el de la farmacia: “Le prepararé un preparado (así dijo).


 


Mientras tanto disfrute este sabroso refresco de zarzaparrilla, cortesía de la casa”. Bebió don Poseidón el tal refresco, pues en la ciudad sentía siempre mucha sed. El farmacéutico vio cómo lo apuraba. Le preguntó don Poseidón: “¿Y la medecina para el estreñimiento?”.


 


“Se la acaba usted de tomar -respondió el hombre, sonriente-. El refresco que le di es en realidad un poderoso purgante. Vaya ahora mismo a su casa, pues la purga no tardará en hacer efecto”. “¡No cabe duda! -exclamó don Poseidón, admirado-. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Pero permítame hacerle tres observaciones”. “Adelante” -concedió el farmacéutico.


 


Enunció don Poseidón: “Primera: a mí las purgas me hacen un efecto instantáneo. Segunda: mi casa está a 50 kilómetros de aquí. Y tercera: ¡la medecina no era para mí, grandísimo pendejo! ¡Era para mi señora!”...


 


Mientras Morena, tan parecido al PRI, y el PRI, tan parecido a sí mismo, conservan su monolítica unidad, en el PAN soplan vientos de divisionismo a raíz de la inconformidad causada por las listas de candidatos a ocupar senadurías plurinominales.


 


Suculenta chamba es la de senador. El trabajo es poco y la paga generosa, sin contar los gajes de todo orden y desorden que acompañan a la sinecura. A esos atractivos se suma otro igualmente poderoso: el senador o senadora plurinominal obtiene el cargo sin necesidad de participar en una elección.


 


Eso explica los tirones y estirones que tanto por arriba de la mesa como por debajo de ella se dan en el curso de la designación de candidatos. Los dimes y diretes pueden hacer daño al PAN de cara a la elección presidencial.


 


Ricardo Anaya va creciendo en la simpatía de los electores, y son muchos los priistas que me han dicho que le darán su voto, vista la debilidad de Meade y la que consideran peligrosa opción de López Obrador.


 


Acción Nacional tiene ante sí una buena posibilidad de triunfo. No la echen a perder los panistas con pugnas internas por cuestiones que a fin de cuentas son de poca monta. El diálogo y los acuerdos pueden conjurar ese peligro.


 


Facilda Lasestas era mujer de cuerpo complaciente. Jamás se supo que hubiera negado ayuda a un prójimo en estado de necesidad. Con tal asiduidad ejerció Facilda esa loable filantropía que las pompas le quedaron flácidas, desmadejadas, decaídas.


 


Recurrió entonces a los servicios de un cirujano plástico, y éste le implantó unas pompas nuevas, con tan buena fortuna que no hubo rechazo del trasplante. Le advirtió a Facilda: “Pero cuídelas, para que no le vuelva a suceder lo mismo”.


 


No había pasado un año cuando Facilda regresó. Otra vez traía las pompas decaídas, desmadejadas, flácidas. “¡Pero, señora! -clamó el médico-. ¿No le dije que cuidara bien sus pompas?”. “¡Uh, doctor! -replicó ella-. ¡No cuidé las mías, menos iba a cuidar las ajenas!”. FIN.


 


 


 


 


 


 


 


mirador


 


armando fuentes aguirre


 


 


La maestra le preguntó al niño:


 


-¿Sabes por qué el Sol nos da su luz y su calor?


 


Respondió el pequeño:


 


-No lo sé. Pero el Sol sí lo sabe.


 


Yo no sé si en verdad el Sol lo sepa, pero sí sé que lo sabe una sabiduría que los hombres no sabemos qué es, o quién. Para algunos esa sabiduría se llama Dios. Otros le dan el nombre de azar. Unos más hablan de la materia y de sus cambios en un tiempo infinito.


 


Quién sabe. Pero hay alguien que sabe, y que trasmite su saber a las criaturas. El Sol sabe lo que debe hacer, y lo mismo el río y el mar, la nube, el árbol, el pez, el ave, el animal.


 


De ellos deberíamos aprender los hombres.


 


Ellos saben ser lo que son.


 


Los hombres, tan inhumanos a veces, no lo sabemos.


 


¡Hasta mañana!...


 


 


manganitas


 


por afa


 


 


“...Aumenta el número de vegetarianos...”.


 


La cosa parece rara,


 


pero tiene explicación:


 


con eso de la inflación


 


la carne ya está muy cara.

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