Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Venía mohíno y encalabrinado, lo mismo que los otros cazadores, pues en el curso de la persecución se les escabulló la presa. Vio a un aldeano que iba por el camino y le preguntó: “¿Viste a la zorra?”. “Sí -contestó el hombre-. Pero no era zorra: era zorro. El mismo del año pasado”. “¿Cómo lo sabes?” -inquirió milord. Explicó el lugareño: “Porque cuando se metió en su madriguera dijo: ‘Otra vez me los volví a pasar por abajo de los hue.’”. Al entrar en su casa lord Feebledick oyó ruidos provenientes de la alcoba. Lo que ahí vio aumentó su mohína y desazón. He aquí que su esposa, lady Loosebloomers, estaba en concilio de carnalidad con Wellh Ung, el pelirrojo mancebo encargado de la cría de los faisanes. Al observar el erótico denuedo que la irregular pareja ponía en aquel trance clamó lord Feebledick con iracundia: “¿Qué es esto?”. “Ay, marido -se impacientó lady Loosebloomers-. Nosotros aquí tan ocupados y tú vienes con tus preguntas tontas”. Tres madres jóvenes estaban alardeando de la inteligencia de sus respectivos críos. Dijo una: “Mi hijo tiene 4 años y ya sabe leer”. Declaró la segunda: “El mío tiene 3 años y ya sabe las tablas de multiplicar”. “Eso no es nada -se jactó la tercera-. Mi bebé tiene 6 meses y ya sabe cómo está la situación del país”. Dijo una de las amigas, suspicaz: “¿Medio año de nacido y ya conoce la situación del país? ¿Cómo sabes que ya la conoce?”. Replicó la mamá: “Porque se la pasa llorando todo el tiempo”. Difícil se mira, es cierto, la situación nacional. El año que está por terminar fue pródigo en desdichas, causadas unas por la naturaleza, provocadas las más por los humanos. En el ámbito de lo social aumentó el número de muertes derivadas del crimen organizado. Creció igualmente la corrupción política, y se hizo mayor el riesgo de que en el 2018 caiga México en el populismo demagógico, en el caudillismo autoritario. Los detentadores del poder siguieron sintiéndose por encima de las leyes, y la más grosera impunidad campeó por sus fueros. El dólar mantuvo la pata en el pescuezo de nuestra moneda, y la inflación hizo ver sus amenazas. Quienquiera que hoy nos mire dirá que estamos ligeramente jodidísimos. El próximo año será en verdad crucial. Contemplemos los daños que nos han venido de los tres sexenios anteriores y evitemos en el 18 que esos 18 años de nulos resultados se prolonguen en un sexenio más de mala política y pésima administración. En nuestras manos estará el voto. Y en nuestras manos estará el país. Se acerca el último día de diciembre. Tal fecha aparecerán aquí “Los chistes más pelados del año”. Semejantes badomías no deberían ver la luz del sol, pues atentan lo mismo contra las buenas costumbres que contra las malas, pero ya es tradición publicarlas ese día, y las tradiciones -mos maiorum, decían los latinos; la costumbre de nuestros ancestros- se deben mantener, so riesgo de que la sociedad se disocie. No se pierdan mis cuatro lectores la lectura de esos inverecundos chascarrillos. El especialista en temas de sexualidad entrevistó a doña Facilda. Le preguntó: “¿Cuántas veces por semana hace usted el amor?”. Respondió ella: “Cinco o seis veces. En ocasiones más”. Quiso saber el interrogador: “¿Y acostumbra hablar con su esposo en el curso del acto?”. “Ni loca -contestó doña Facilda-. A menos que en ese momento él me llame por el celular”. La mamá de Dulciflor, linda muchacha, consultó el reloj. Marcaba las 12 de la noche. Se preocupó bastante la señora, pues su hija estaba en la sala con su enamorado. Asomó por la escalera y preguntó: “Dulciflor: ¿tu novio todavía está ahí?”. “Ya no, mami-respondió ella-. Ahora estamos viendo la tele”. FIN.
MIRADOR.
Juro que fue casualidad.
Por ser el fin del año hice un nuevo acomodo de mis libros importantes, y quedaron juntos en un anaquel los cuatro tomos de las “Vidas de los santos”, de Butler, y los ocho de una colección empastada de la revista Playboy.
Tengo sobre mi mesa de trabajo -esto no fue casualidad- dos estatuillas de Cantinflas. Son pequeñitas ambas, medirán dos pulgadas a lo más, y las compré en el Parián de Puebla, donde tantas cosas lindas se pueden encontrar. Una de las figuras presenta al genial mimo en su caracterización de “El Padrecito”; la otra lo muestra como el pícaro diablillo de “Un día con el diablo”.
Me reconozco lo mismo en Butler que en Hugh Hefner; tengo una parte de ángel y otra de chamuco. Parecido al poeta de Jerez, voy por la vida con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces.
Soy materia y espíritu, y navego sin brújula de uno a otro puerto, pues mi materia es muy espiritual y mi espíritu muy material.
En síntesis, soy igual que todos.
Soy igual que tú.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“. Aumenta la población de México.”.
Me causa preocupación
ese aumento desde cuándo.
(Seguro han de estar fallando
la píldora y el condón).
Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Venía mohíno y encalabrinado, lo mismo que los otros cazadores, pues en el curso de la persecución se les escabulló la presa. Vio a un aldeano que iba por el camino y le preguntó: “¿Viste a la zorra?”. “Sí -contestó el hombre-. Pero no era zorra: era zorro. El mismo del año pasado”. “¿Cómo lo sabes?” -inquirió milord. Explicó el lugareño: “Porque cuando se metió en su madriguera dijo: ‘Otra vez me los volví a pasar por abajo de los hue.’”. Al entrar en su casa lord Feebledick oyó ruidos provenientes de la alcoba. Lo que ahí vio aumentó su mohína y desazón. He aquí que su esposa, lady Loosebloomers, estaba en concilio de carnalidad con Wellh Ung, el pelirrojo mancebo encargado de la cría de los faisanes. Al observar el erótico denuedo que la irregular pareja ponía en aquel trance clamó lord Feebledick con iracundia: “¿Qué es esto?”. “Ay, marido -se impacientó lady Loosebloomers-. Nosotros aquí tan ocupados y tú vienes con tus preguntas tontas”. Tres madres jóvenes estaban alardeando de la inteligencia de sus respectivos críos. Dijo una: “Mi hijo tiene 4 años y ya sabe leer”. Declaró la segunda: “El mío tiene 3 años y ya sabe las tablas de multiplicar”. “Eso no es nada -se jactó la tercera-. Mi bebé tiene 6 meses y ya sabe cómo está la situación del país”. Dijo una de las amigas, suspicaz: “¿Medio año de nacido y ya conoce la situación del país? ¿Cómo sabes que ya la conoce?”. Replicó la mamá: “Porque se la pasa llorando todo el tiempo”. Difícil se mira, es cierto, la situación nacional. El año que está por terminar fue pródigo en desdichas, causadas unas por la naturaleza, provocadas las más por los humanos. En el ámbito de lo social aumentó el número de muertes derivadas del crimen organizado. Creció igualmente la corrupción política, y se hizo mayor el riesgo de que en el 2018 caiga México en el populismo demagógico, en el caudillismo autoritario. Los detentadores del poder siguieron sintiéndose por encima de las leyes, y la más grosera impunidad campeó por sus fueros. El dólar mantuvo la pata en el pescuezo de nuestra moneda, y la inflación hizo ver sus amenazas. Quienquiera que hoy nos mire dirá que estamos ligeramente jodidísimos. El próximo año será en verdad crucial. Contemplemos los daños que nos han venido de los tres sexenios anteriores y evitemos en el 18 que esos 18 años de nulos resultados se prolonguen en un sexenio más de mala política y pésima administración. En nuestras manos estará el voto. Y en nuestras manos estará el país. Se acerca el último día de diciembre. Tal fecha aparecerán aquí “Los chistes más pelados del año”. Semejantes badomías no deberían ver la luz del sol, pues atentan lo mismo contra las buenas costumbres que contra las malas, pero ya es tradición publicarlas ese día, y las tradiciones -mos maiorum, decían los latinos; la costumbre de nuestros ancestros- se deben mantener, so riesgo de que la sociedad se disocie. No se pierdan mis cuatro lectores la lectura de esos inverecundos chascarrillos. El especialista en temas de sexualidad entrevistó a doña Facilda. Le preguntó: “¿Cuántas veces por semana hace usted el amor?”. Respondió ella: “Cinco o seis veces. En ocasiones más”. Quiso saber el interrogador: “¿Y acostumbra hablar con su esposo en el curso del acto?”. “Ni loca -contestó doña Facilda-. A menos que en ese momento él me llame por el celular”. La mamá de Dulciflor, linda muchacha, consultó el reloj. Marcaba las 12 de la noche. Se preocupó bastante la señora, pues su hija estaba en la sala con su enamorado. Asomó por la escalera y preguntó: “Dulciflor: ¿tu novio todavía está ahí?”. “Ya no, mami-respondió ella-. Ahora estamos viendo la tele”. FIN.
MIRADOR.
Juro que fue casualidad.
Por ser el fin del año hice un nuevo acomodo de mis libros importantes, y quedaron juntos en un anaquel los cuatro tomos de las “Vidas de los santos”, de Butler, y los ocho de una colección empastada de la revista Playboy.
Tengo sobre mi mesa de trabajo -esto no fue casualidad- dos estatuillas de Cantinflas. Son pequeñitas ambas, medirán dos pulgadas a lo más, y las compré en el Parián de Puebla, donde tantas cosas lindas se pueden encontrar. Una de las figuras presenta al genial mimo en su caracterización de “El Padrecito”; la otra lo muestra como el pícaro diablillo de “Un día con el diablo”.
Me reconozco lo mismo en Butler que en Hugh Hefner; tengo una parte de ángel y otra de chamuco. Parecido al poeta de Jerez, voy por la vida con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces.
Soy materia y espíritu, y navego sin brújula de uno a otro puerto, pues mi materia es muy espiritual y mi espíritu muy material.
En síntesis, soy igual que todos.
Soy igual que tú.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
“. Aumenta la población de México.”.
Me causa preocupación
ese aumento desde cuándo.
(Seguro han de estar fallando
la píldora y el condón).