Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La peor calidad de políticos
2017-11-10 | 09:34:10
He aquí un chiste de humor rojo. Don Languidio Pitocáido llegó a su casa y le contó a su esposa: “El médico de la compañía me revisó de la cintura para arriba y me asignó media pensión”. “Pendejo -lo motejó ella-. Si le hubieras dicho que te revisara de la cintura para abajo te habría asignado pensión completa”...

Sigue ahora un chiste de humor blanco. El hombre atraviesa por tres edades. En la primera cree en Santo Clos. En la segunda ya no cree en Santo Clos. En la tercera él es Santo Clos...

Y a continuación viene un chiste de humor negro. Babalucas y dos de sus amigos, Manano y Malsino, fueron a nadar en la playa. Gozando estaban la caricia de las olas cuando alguien gritó de pronto: “¡Tiburón, tiburón!”. Babalucas, alegre, siguió la canción de Mike Laure: “Tiburón, tiburón. Tiburón a la vista, bañista.”.

No era canción: era alarmado aviso. En efecto, se vio en la superficie de las aguas la aleta de un enorme escualo. Todos se apresuraron a salir del mar. Malsino, sin embargo, no apareció. Inútilmente Babalucas y Manano lo buscaron.

De pronto surgió un grito de horror entre la muchedumbre: las olas habían arrojado un brazo a la playa. Lo vio Manano y le dijo a Babalucas: “Es de Malsino. Mira: tiene el tatuaje de un corazón atravesado por una flecha con el nombre de la mujer a quien amó en su vida: Gargariola”.

Otro grito de espanto salió de la multitud. El oleaje había depositado en la playa una pierna. Dictaminó Manano: “Es de Malsino. Mira: tiene todavía la huella de la patada que la hermosa Gargariola le propinó cuando quiso darle un beso”.

En eso se escuchó otro grito, ahora de horror y espanto al mismo tiempo. Las olas habían traído a la orilla del mar una cabeza. Manano se preocupó bastante. Dijo: “La cabeza flotó sobre las aguas, señal de que estaba vacía por dentro. No cabe duda: es de nuestro amigo”. Babalucas recogió la cabeza y le preguntó angustiado: “¿Estás bien, Malsino?”...

Dos cosas hay que son fuente de problemas para el hombre: el sexo y el dinero. El primero lo inventó Diosito. Es la dulce -pero poderosa- incitación que el Creador puso en las criaturas para llevarlas a perpetuar su especie, instinto básico en los seres vivos.

(Declaró don Chinguetas: “El sexo es la fuerza que mueve al mundo”. “Sí -confirmó su mujer-. Pero tú ya no empujas nada”).

El otro manantial de males es el dinero. Sorprende que le demos tanta importancia, siendo que los únicos problemas que el dinero puede resolver son los problemas de dinero. (Decía un individuo: “Lo más importante en la vida es el dinero. La salud como quiera va y viene”).

El dinero que se gasta más a gusto es el ajeno. De ahí que nuestros políticos dispongan con tan frívola prodigalidad de los dineros de los contribuyentes.

El jugoso pago de marcha que los diputados se asignaron a sí mismos como bono de despedida es una grosera muestra de la inconsciencia de la casta política bajo la cual vivimos, prepotente y codiciosa, que se sirve con la cuchara grande en un país donde incontables mexicanos amanecen sin saber si ese día tendrán algo qué llevarse a la boca. Ética es lo que falta en nuestra vida pública. (Y estética también).

El vendedor puerta por puerta era joven y atractivo. La señora de la casa era igualmente joven y coqueta. Así no es de extrañar que después de un breve rato de conversación ambos hubieran caído en un abrazo de índole claramente pasional sobre el sillón grande de la sala.

En ese ardiente trance erótico se hallaban cuando se abrió la puerta de la calle y entró el marido de la pecatriz. El visitante, cosa explicable, se asustó sobremanera. “No te preocupes -lo tranquilizó la mujer-. Es árbitro de futbol. No ve nada”. FIN.







mirador

armando fuentes aguirre


En el álbum de retratos que está en la casa del Potrero había uno que mostraba a un niño muerto vestido de angelito y coronado de flores.

Es el primogénito del matrimonio que formaron don José Antonio de la Peña y su esposa, doña Luisa María de la Fuente. El niño murió de tos ferina antes de cumplir un año, y los desolados padres hicieron venir un fotógrafo de Saltillo a fin de que fijara para siempre la imagen del pequeño.

Tiempo después la señora dio a luz un segundo hijo. Éste murió también, a los cinco años, nadie supo de qué. Su muerte sucedió durante la canícula, de modo que hubo necesidad de sepultarlo apresuradamente, y no se pudo tomarle la fotografía.

A los pocos días de su fallecimiento el niño empezó a aparecerse. Vagaba en la noche por los aposentos de la casa, triste y silencioso. La madre intuyó por qué se aparecía. Le pidió a su marido que trajera al fotógrafo, y esa noche, cuando se apareció el pequeño, lo vistió de angelito, lo coronó de flores y lo acostó para que el fotógrafo lo retratara. El niño no volvió ya a aparecerse.

Ahora en el álbum de retratos hay dos de angelitos. Uno es el retrato de un niño. El otro es el retrato de un fantasma.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...Quitan en la Catedral de México estatuas de la Fe y la Esperanza...”.

En esa acción encontré

Un símbolo figurado:

también se nos han quitado

la Esperanza y la Fe.

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