Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De que funciona, funciona
2017-11-06 | 09:36:29
Iba a empezar la noche de bodas. El novio tomó por los hombros a su flamante mujercita y le preguntó, solemne: “Dime, Liriola: ¿es la primera vez que haces esto?”. Respondió ella: “Antes dime cómo lo vamos a hacer, y luego te diré si es la primera vez que lo hago”...

A fines del siglo XIX llegó a México un judío polaco apellidado Meraulyock, quien en calles y plazas de los pueblos vendía medicamentos que según él curaban todas las enfermedades y aliviaban los ajes y arrechuchos que vienen con la edad.

Anunciaba sus mejunjes con tan untuosa labia que muy pocos dejaban de comprarlos. Del nombre de ese Meraulyock provendría el vocablo “merolico”, usado tanto para nombrar al vendedor ambulante gárrulo y facundo como para calificar al charlatán engañador.

Pues bien: un merolico voceaba en una esquina un elixir para devolver la juventud. Lo acompañaba una niña de 6 años. Cierto transeúnte se detuvo al oír el pregón del individuo y le preguntó: “¿Funciona ese producto?”. “Desde luego, amigo” -le aseguró el merolico. Y volviéndose a la niña le dijo: “¿Verdad que sí funciona, abuela?”...

Después de mucho porfiar Libidio consiguió por fin que Dulcibel accediera a entregarle su más íntimo tesoro. Antes de comenzar las acciones le preguntó ella, nerviosa: “Si hago lo que me pides ¿me respetarás mañana?”. “Por supuesto -respondió el sujeto-. Claro, si lo haces bien”...

Heráclito nos enseñó que todo en el mundo está en continuo cambio. Sin embargo los humanos sentimos un temor instintivo a cambiar, y todo aquello que nos saca de nuestra rutina cotidiana nos inquieta, y aun nos angustia.

Millones de mujeres y hombres salen cada día de sus casas decididos a cambiar el mundo, pero si en la oficina les cambiaron de lugar el lápiz o el papel se irritan o acongojan.

Por eso López Obrador debió pensar mejor las cosas antes de anunciar su propósito de enviar a otras ciudades la mayor parte de las secretarías de Estado, cuya sede ha estado siempre en el Distrito Federal, ahora CDMX.

El sólo anuncio de esa idea le restará al propietario de Morena cientos de miles de votos: los de los numerosísimos empleados públicos que verían alterada su vida en modo radical si esa mudanza se llevara a cabo.

Independientemente de la viabilidad de la idea, lo cierto es que no gustará nada a quienes forman la ingente burocracia federal, pues en caso de consumarse el proyecto de AMLO tendrían que ir con sus familias a vivir en eso que todavía se llama “el interior” o “la provincia”. Poco práctico se antoja dicho plan, y nada rentable políticamente en vísperas de una elección crucial.

Don Algón llegó a media mañana a su oficina y se sorprendió al ver a su linda secretaria Rosibel despeinada y con las ropas en desorden. Le contó ella, llorosa: “Un individuo irrumpió en la oficina y me hizo víctima de sus más bajos instintos. Luego salió a toda prisa sin decir palabra”. “¿Cómo es posible? -se indignó sobremanera don Algón-. ¿Quieres decir que se fue sin hacer ningún pedido?”...

Afrodisio Pitongo vio en la puerta de una casa un letrero que decía: “Miss Tifori. Masajes integrales”. Atraído por el sugestivo anuncio entró y le pidió a la bella mujer que atendía a los clientes que le diera uno de esos masajes.

Ella lo hizo desvestirse y tenderse en la cama de masajes cubierto sólo por una breve toalla. En seguida procedió a masajearlo con tal arte que Afrodisio tuvo en la entrepierna una conmoción imposible de disimular.

“¡Caramba! -sonrió ella-. Eso no se puede quedar así. Regreso en unos minutos”. Pasaron 15 o más. Afrodisio la esperaba, ansioso. En eso asomó la cabeza Miss Tifori y le preguntó: “¿Ya terminó el señor?”. FIN.



mirador

armando fuentes aguirre


San Virila salió de su convento. Iba a la aldea a conseguir el pan para sus pobres.

La mañana era radiante. El sol asomó por la montaña y puso sus cabellos a secar, húmedos por el rocío de la noche, en los hilos del aire. Sobre la más alta rama de un alto árbol un pájaro dijo su canción.

Por el camino los hombres se dirigían al trabajo. En las casas cercanas se oían voces y risas de mujeres, y de la escuela llegaba el eterno sonsonete de los niños: “Dos por una, dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis.”.

Mugían las vacas; balaban las ovejas, y un caballo escribió con su relincho una nota triunfal en el himno de la vida.

Un aldeano detuvo a San Virila y le pidió que hiciera algún milagro.

-¿Un milagro? -sonrió el frailecito-. ¿Qué milagro podría yo hacer? ¡Ya todos los milagros están hechos!

¡Hasta mañana!...






manganitas

por afa


“...‘Ganaremos en el 2018’, dice Ochoa Reza...”.?Para que ese plan camine,

el PRI cuenta desde ahora

-a más de su aplanadora-

con el TRIFE y con el INE.


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