Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Para que lo cuide
2015-08-14 | 10:13:19
El galán y la muchacha se pasaron al
asiento de atrás del automóvil y se entregaron
a ardientes arrebatos de voluptuosidad
concupiscente y a locos delirios
de frenética libidinosidad. Cuando todo
terminó y ambos recobraron el sentido
de la realidad ella se dio cuenta de que
el automóvil estaba inclinado. Se asomó
por la ventanilla y le dijo al muchacho:
“Se le salió el aire a una llanta”. “¡Ah qué
bueno! -exclamó él con alivio-. ¡Todo el
tiempo estuve creyendo que ese ruido
lo hacías tú!”.
El hombre de edad madura que finalmente
vio la luz de la fe clamó en el
templo: “¡Hermanos! ¡Encontré el camino
de la salvación! ¡Maté al monstruo de
la soberbia, al monstruo de la envidia, al
monstruo de la lujuria.!”. “Una pequeña
aclaración, hermanos -intervino la esposa
del señor-. Ese último monstruo
murió de muerte natural hace 20 años”.
Afrodisio Pitongo le contó a un amigo:
“Estoy muy preocupado. El médico
me dijo que si sigo persiguiendo mujeres
me voy a morir”. “No es posible -se sorprendió
el otro-. Eres joven; te ves sano,
robusto, lleno de vida”. “Sí -admitió el
salaz sujeto-. Pero su mujer es una de las
que he estado persiguiendo”. El abuelo
les comentó a sus nietos: “Lo primero
que perdí fue la memoria. Y lo segundo
que perdí fue la memoria”.
Simpliciano, joven varón sin ciencia
de la vida, invitó a Pirulina: “Vamos a lo
oscurito”. Ella aceptó de muy buen grado,
pues gustaba de escarceos, devaneos,
besuqueos, pitorreos, cachondeos y
guacamoleos. Ya en lo oscurito propuso
Simpliciano: “Vamos a aquel rincón.
Está más oscuro”. Pirulina lo siguió,
ganosa de alguna acción de carácter
erótico-sensual. Cuando llegaron al
caliginoso sitio Simpliciano le dijo muy
orgulloso a la esperanzada chica: “¡Mira!
¡Las manecillas de mi reloj brillan en la
oscuridad!”.
Se hablaba en el club de las cosas que
hacen la felicidad. Declaró don Algón:
“A mí denme mi equipo de golf, un buen
libro y una muchacha linda. Con eso
seré feliz”. Hizo una pausa y añadió:
“Es más: si me dan la muchacha linda
pueden quedarse con el buen libro y con
el equipo de golf”.
Pepito le contó a su mami: “Pasé por
un table dance, y me asomé al interior”.
“¡Válgame el Cielo! -exclamó la señora-.
Y ¿viste algo que no debías ver?”. “Sí -respondió
el niño-. Vi a mi papá”.
Don Geroncio y doña Pasita fueron
a hablar con el buen padre Arsilio.
“¿Recuerda, señor cura -le preguntó el
anciano-, que le dijimos que estábamos
tristes porque nuestra vida amorosa había
terminado? Pues fíjese usted que
ayer, de pronto, regresó. Vi a mi señora
inclinada sobre un costal de papas, me
abalancé sobre ella y ¡zas!, aquello fue
como en nuestros mejores años. ¿Nos
va usted a echar de la iglesia?”. “Claro
que no -sonrió el sacerdote-. Son marido
y mujer”. Dijo la viejecita: “Porque del
súper sí nos echaron, padre”.
Rocko Fages y Amaz Ingrace, predicadores,
estaban al lado de la carretera.
Sostenían una manta que decía: “¡El
final está cerca! ¡Vuelve sobre tus pasos
o perecerás!”. A los automovilistas eso no
les gustaba, y les gritaban: “¡Locos!” o:
“¡Fanáticos!”. Pero luego de esos gritos
se oía un ¡splash! Le dijo el reverendo
Rocko, preocupado, al pastor Amaz:
“Hermano: quizá deberíamos cambiar
este letrero por otro que diga: ‘El puente
está caído. Dé la vuelta’”.
Don Poseidón, labriego acomodado,
viajó a la ciudad con el propósito
de hacerse reconocer por un doctor.
Cuando volvió al rancho sus amigos le
preguntaron qué le había dicho el médico.
Respondió él: “Pos quesque tengo
alta presión. Y sí ha de ser, porque me
ando aventando unos truenotes brutos”.
He relatado aquí la historia de aquel
señor de edad madura que le propuso
matrimonio a una mujer joven. Le dijo:
“Me caso contigo para que me cuides. A
cambio te nombraré mi única heredera”.
Poco después de la boda el señor faltó
a su casa. La esposa se enteró de que
llevaba ya dos días en la cantina, y fue
a buscarlo ahí. El hombre se molestó
bastante. Adujo ella: “Usted me dijo que
se casó conmigo para que lo cuide”. “Para
que me cuides -respondió el señor-, pero
no para que me andes cuidando”.
Pues bien: la mexiquense Carolina
Monroy fue designada secretaria general
del PRI no para que cuide a Manlio, pero
sí para que lo ande cuidando. FIN.

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