Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Detergente
2014-04-01 | 22:22:44
Muchos vocablos hay para nombrar a un borracho. He aquí algunos, entre muchos: chispo, azumbrado, temulento, briago, mamado, pítimo, pedernal, tícuro, cuete, zumbo, jalado, incróspido, pipa, chuco o gis.
Así, borracho, ebrio total, llegó a su casa Empédocles Etílez aquella madrugada de domingo. “¡Has bebido otra vez, desgraciadísimo!” -le gritó su mujer hecha una furia. “¡No, viejita! -protestó con vehemencia el alumbrado-. ¡Si quieres te soplo!”.”¡Ah! -se indignó más la señora-. ¿Y todavía piensas que voy a querer sexo?”...
Babalucas invitó a su novia a ir a su departamento. “No puedo -declinó ella la invitación-. Se me olvidó tomar la píldora”. “No te preocupes -la tranquilizó el badulaque-. Ya me la tomé por ti...
Entraron los revolucionarios en el convento. Al día siguiente sor Dina relató: “A todas las hermanas las hicieron víctima de abusos incalificables, menos a mí”. Le preguntó alguien: “¿Por qué a usted no, madre?”. Explicó sor Dina. “Es que yo sí opuse resistencia”...
El médico le dijo a Bustolina Grandchichier: “Tengo que curarle ese catarro a como dé lugar, señorita, pues si le cae al pecho le va a durar toda la vida”...
Tiempo hacía que esta columna no entraba en dimes y diretes con doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías y censora motu proprio de la moral social.
Supo la ilustre dama que iba a aparecer aquí el cuento llamado “Detergente” (¡vaya nombre extraño para un cuento!), y ardió en santa indignación. (La indignación de la gente devota es siempre santa, en tanto que la de la gente común es cólera execrable, cuando no pecado mortal de ira).
En vano quien esto escribe trató de sosegar a la señora Tridua. Me dijo ella frunciendo, entre otras cosas, el ceño: “Si saca usted a la luz ese relato arderá en fuegos eternales junto con sus descendientes hasta la sexta o séptima generación”. Se condolió quizás al ver mi gesto de aflicción, pues tras pensarlo un poco decidió: “Está bien: se la dejo hasta la sexta”.
Yo invoqué la libertad de expresión, pero ella dijo: “La libertad es algo tan valioso que se le debe racionar”. Después me enteraría de que esa frase no es de doña Tebaida: la dijo nada más y nada menos que Lenin. (Ver “Soviet Communism”, de Sidney y Beatrice Webb, 1936). El caso es que no hubo posibilidad de diálogo con la señora Tridua. Ella no se presta a concertacesiones, esa política que puso al PAN en el camino malo.
Contra su voluntad, entonces, doy a los tórculos -prensas, que se oye menos mal- ese vitando chascarrillo, “Detergente”, que mis cuatro lectores encontrarán al final de esta columna. Antes, sin embargo, narraré un chascarrillo que tiene contenido político, y por lo mismo no requiere de comentario alguno...
Se reunieron un día Putin -así se llama- Obama y Peña Nieto. Los tres recibieron el señalado privilegio de hacerle una pregunta a Dios. Preguntó Putin: “Señor ¿algún día Rusia invadirá a China?”. Le contestó el Augusto: “Eso no lo verán tus ojos”.
Preguntó Obama: “Señor: ¿algún día los Estados Unidos se apoderarán de Rusia?”. Le respondió el Padre: “Eso no lo verán tus ojos”. Inquirió, preocupado, Peña Nieto: “Señor: ¿algún día desaparecerá la corrupción en México?”. Contestó Dios: “Eso no lo verán mis ojos”. Lo dicho: sin comentario...
Viene ahora el execrable chascarrillo que arriba se anunció, y que doña Tebaida Tridua reprobó con acres adjetivos; el cuento intitulado “Detergente”...
El dueño de una compañía fabricante de artículos de limpieza para el hogar llamó a su gerente de producción, y después de darle un efusivo abrazo le dijo: “Lo felicito, Fabiolo. El detergente para limpieza de pisos que usted hizo es tan suave que mi secretaria me ha dicho que lo usa en su limpieza íntima”.
Al oír aquello el empleado alzó los brazos al cielo y exclamó: “¡Alabado sea el Señor!”. El dueño de la fábrica se sorprendió al escuchar aquella vehemente jaculatoria. Le preguntó lleno de asombro: “¿Por qué dice usted eso?”. Explicó el de la planta: “Es que cuando salía usted de su privado luego de estar con su secretaria yo le veía a usted la boca, y pensaba que le había dado la rabia”. (No le entendí)... FIN.

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