Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Es como un tatuaje
2018-05-09 | 09:00:24

Pepito le dijo a Rosilita: “Ya supe que los bebés no vienen de París”. Preguntó con interés la niña: “¿De dónde vienen?”. Respondió el chiquillo: “De Estardos Unidos”...


 


El doctor Duerf, célebre analista, le dijo a don Jactancio: “No necesita venir más a tratamiento. Ya está usted curado de su megalomanía”. “¡Fantástico, doctor! -se alegró el paciente-. Ahora buscaré ser al mismo tiempo Presidente de la República, Secretario General de la ONU y director del Banco Mundial. Si no obtengo esos cargos todavía me queda ser Napoléon Bonaparte”...


 


Cuando la mamá de Susiflor jugaba al Candy Crush se concentraba en tal manera que perdía todo contacto con la realidad. Una noche la señora estaba sumida en el juego, y sólo de reojo alcanzó a ver que su hija se disponía a salir. Le preguntó con los ojos puestos en la pantalla: “¿A dónde vas?”. Susiflor, que conocía bien la debilidad de su mamá, respondió en broma: “Voy a una orgía sexual”. Le dijo la señora sin levantar la vista: “Llévate un suéter”...


 


Hay oficios de los cuales no pueden despojarse nunca quienes los desempeñaron una vez. Curiosamente el nombre de todos esos oficios empieza con la letra pe: político, predicador, payaso, periodista, profesor, y por supuesto el más antiguo, el de las cuatro letras. A ellos debe añadirse el de priista.


 


En efecto, el priismo se lleva como se lleva un lunar, para decirlo en palabras de canción. Quien una vez vivió dentro del PRI -y del PRI- lleva sus siglas tatuadas por los siglos de los siglos, y no bastarán las aguas de los siete mares para borrarle esa indeleble marca.


 


Por eso no creo equivocarme cuando digo que López Obrador es el único priista que está participando en la carrera por la Presidencia. Efectivamente, AMLO lleva en la sangre los mismos genes políticos que Peña Nieto y priistas que lo acompañan.


 


Es hijo pródigo, sí, pero ya se arrimó a la casa paterna cuando ofreció a sus actuales ocupantes amor y paz, perdón y olvido. Desde luego el Presidente Peña está mucho más cerca de López Obrador que de Ricardo Anaya.


 


El panista, a diferencia del tabasqueño, ha dicho que investigará las posibles corrupciones del régimen actual, y que buscará la aplicación de las penas correspondientes a los delitos que se hayan cometido.


 


No descarto entonces una versión que en estos días he escuchado en labios de priistas serios en el sentido de que las cúpulas del prigobierno, perdidas ya sus posibilidades de ganar la elección presidencial, han arriado secretamente las banderas y han tenido algún acercamiento con el dueño de Morena.


 


De esos supuestos encuentros habría surgido una consigna que estaría llegando ya a las bases priistas: ningún ataque a López Obrador; todos los ataques contra Anaya. Me mantendré en constante vigilancia -salvo las 5 horas diarias que dedico al sueño- para observar indicios de que esa consigna existe en realidad, y que hay ya un entendimiento entre los que seguramente se van y el que posiblemente llega. El problema es que si llega el que actúa como si ya hubiera llegado tal vigilancia deberá durar seis años. (Eso en el mejor de los casos).


 


Himenia Camafría, madura señorita soltera, iba a cumplir años. Sus amigas le preguntaron: “¿Qué pastel te gustaría?”. Sin vacilar respondió ella: “El de bodas”...


 


La esposa de Capronio, sujeto ruin y majadero, se quejó con él. Le dijo: “Trabajo 18 horas cada día barriendo y trapeando la casa; lavando y planchando la ropa; haciendo las tres comidas diarias; cuidando a nuestros cinco hijos... Y encima debo todavía hacer el amor contigo por las noches. Necesito una ayuda”. “Está bien -concedió, magnánimo, Capronio-. Buscaré una mujer que haga el amor conmigo por las noches”. FIN.


 


 


mirador


 


armando fuentes aguirre


 


 


Un hombre se puso a buscar una aguja en un pajar.


 


Inútilmente la buscó: no pudo hallarla.


 


Eso se explica. Sólo hay una cosa más difícil que hallar una aguja en un pajar, y es hallar dos agujas en el pajar. O tres, o cuatro, o cinco. Claro, la cosa se vuelve más sencilla cuando a fuerza de acumular agujas qué buscar haya en el pajar más agujas que paja. Pero ése no es el caso de que hablo. En el pajar había sólo una aguja, y el hombre no la pudo hallar.


 


Se le ocurrió entonces una idea para hallarla.


 


Prendió fuego a la paja. Pensó que quemando el pajar le sería más fácil encontrar la aguja.


 


Después del incendio tampoco pudo hallar la aguja.


 


Eso también se explica. Encontrar una aguja entre las cenizas es más difícil aún que encontrar una aguja en un pajar.


 


Este relato tiene una moraleja: no se debe incendiar un país para buscar la solución de sus problemas.


 


¡Hasta mañana!...


 


 


manganitas


 


por afa


 


 


“...El Abominable Hombre de las Nieves raptó a una solterona...”


 


Dijo ella con tono amable:


 


“Espero nadie se asombre.


 


La verdad es que ese hombre


 


no es tan abominable”.

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