Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2017-07-13 | 08:50:32
El futbol no hace daño

Augurio Malsinado fue a un burdel. Este pobre infeliz, ya lo sabemos, es perseguido de continuo por un hado adverso. Casi todo le resulta mal, y lo que no le resulta mal es porque de plano no le resulta.
Hace unas noches, como dije, fue a un lupanar. Contrató los servicios de una daifa y le pagó por adelantado sus servicios. Ya en el cuarto donde tendría lugar la contraprestación el desdichado joven intentó abrazar a la pindonga. Ella lo rechazó. Le dijo: “No en nuestra primera cita”...
Empédocles Etílez, ebrio consuetudinario, estuvo en una fiesta. Al día siguiente le preguntó su esposa: “¿Te divertiste anoche?”. Respondió el temulento: “Me dicen que sí”...
Un cierto amigo mío tiene ideas que me escandalizan, por más que no suelo escandalizarme fácilmente. Dice, por ejemplo, que hay tres grandes negocios en el mundo: las drogas; las religiones y el futbol.
Las drogas atraen, opina, porque están prohibidas. Es cierto: nunca hubo tantos borrachos en Estados Unidos como cuando se prohibió el alcohol.
Según mi amigo las religiones tienen su origen en el temor de los hombres a la muerte y en el desconocimiento de lo que sigue después de ella. También se basan en la amenaza de un castigo eterno y en la esperanza de salvarse de él, esperanza que se volvió la mejor mercadería.
El futbol, por su parte, ofrece a las masas la ocasión de escapar de la realidad siquiera sea por 90 minutos. No hay deporte, afirma, tan comercial y comercializado como el soccer.
Para hacer que la gente vaya a los estadios se organizan copas de oro, plata, bronce, estaño, latón, plomo, hierro, cobre, acero, níquel, mercurio, vanadio, cromo, manganeso, titanio, bario y zinc.
También hay copas de las naciones, de los países, de los pueblos, de las repúblicas, de las metrópolis, de las federaciones y confederaciones. Todos los campeonatos son objeto de atención universal, lo mismo el de Europa que el de Timbuctú.
En ese mundo de patadas -y en este país nuestro, tan de la patada- estás condenado al ostracismo si no sabes de futbol y no puedes decir en qué lugar de la tabla va el Milán y cómo le fue en su último partido al Cruz Azul.
“Ignoro -comenta mi amigo- si eso es bueno o malo. Lo que sé es que es, y todas las cosas que son se explican solamente por el hecho de ser”. No alcanzo a comprender esas filosofías, pero sí entiendo que los humanos hemos necesitado siempre algo que nos permita huir de la realidad y de nosotros mismos.
Las drogas, la religión y el juego nos proporcionan esa posibilidad de eva¬sión. Y aquí se manifiesta la heterodoxia de mi amigo: dice que de esas tres cosas la que menos daño ha hecho es el futbol.
“Ha habido guerras por las drogas -dice-, y no se diga por motivos de religión, pero en el futbol a lo más que se llega es a que los hinchas de dos equipos rivales se mienten la madre y se la partan, y aquí paz y después gloria”.
Me escandaliza mi amigo, vuelvo a decirlo, con sus opiniones. Pero a él le gusta escandalizar, y a mí me encanta ser escandalizado.
Doña Macalota, la esposa de don Chinguetas, llegó a su casa al término de un viaje. Iba contenta, pues pudo adelantar su vuelo un día. Al llegar a su casa escuchó ruidos extraños en el cuarto de la criadita.
Abrió la puerta, y lo que vio le quitó el contento que traía: he aquí que la muchacha estaba completamente en peletier, quiero decir desnuda, y frente a ella se hallaba don Chinguetas.
No se azaró el bellaco a la vista de su mujer. Con toda tranquilidad le dijo a la muchacha: “Está bien, Marilina: me has comprobado ya que no tienes ropa qué ponerte. Pero el aumento de sueldo que me pides tendrás que tratarlo con mi esposa”. FIN.

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