Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Porfirio Díaz, ni tan bueno, ni tan malo
2015-07-02 | 09:46:45
Mañana! ¡Sí, mañana aparecerá aquí “El chiste
más pelado del primer semestre del año”!
Tan execrable chascarrillo debió haber visto
la luz el último día del pasado junio, pero doña
Tebaida Tridua, regidora de la moral social, se
amparó contra su publicación, y ese recurso
le fue concedido pese a que no soy autoridad
ni siquiera en mi casa, la de ustedes.
Lean mis cuatro lectores esa tremenda
badomía y comprueben una vez más que los
escasos grumos de moral que aún quedaban en
el mundo se han diluido en la mundanidad...
Don Mariano Fuentes Narro, mi abuelo
paterno, veneraba a Porfirio Díaz. En cambio
papá Chema, mi abuelo materno, lo detestaba.
Llevo en mí entonces, con mis muertos, dos
herencias contrarias.
La familia de mi padre era conservadora;
revolucionaria la de mi mamá. Yo, desconcertada
síntesis, soy a veces un conservador
muy revolucionario, y en ocasiones un revolucionario
muy conservador.
Al tratarse de don Porfirio, por ejemplo, lo
juzgo un gran patriota y un mexicano grande,
pero no pienso que sus restos deban ser traídos
a México. La historiografía oficial, enorme
tejido de mentiras, ha condenado a Díaz al
basurero de la historia.
Maniqueo relato es ése, donde hay héroes
impolutos y villanos sin posible redención. En
él está ausente la plenitud del hombre, capaz
lo mismo de grandeza que de mezquindad.
Quienes pergeñaron tan falsa narración no
hicieron historia, elaboraron dogmas.
Nuestro relato histórico no es tal: es un
inmóvil panteón de estatuas marmóreas y
broncíneas. Porfirio Díaz, igual que todos
los humanos, tuvo luces y sombras. Opino,
sin embargo, que cuando se haga un balance
justo de su vida y sus acciones pesará más lo
bueno que lo malo.
Sus errores son atribuibles mayormente a
su época; sus aciertos son los de un hombre
de Estado que dio a México la paz que había
perdido y le allegó prosperidad y reconocimiento
universal.
¿Que hizo eso con mano dura? Es cierto:
así se gobernaba en aquel tiempo, aquí y en
todas partes. Error mayúsculo es juzgar una
época con los criterios de otra. A don Porfirio
no se le ha reconocido su mayor heroísmo: el
de la renunciación.
No lo sacó de la Presidencia el movimiento
iniciado por Madero: pudo haber acabado con
esa rebelión manu militari, con la fuerza de las
armas. Pero Díaz había entrado en pugna con
los Estados Unidos, y supo que ese país, cuyo
poderío se había mostrado ya en el mundo,
apoyaría el movimiento revolucionario.
Eso ahogaría en sangre a la nación. Se
percató igualmente -y finalmente- de que
su larga permanencia en el poder le había
enajenado la voluntad del pueblo, y ya no quiso
perpetuarse más. Tomó entonces el camino
de un honrosísimo destierro que dura hasta
la fecha.
Ahora bien: ¿por qué pienso que su cadáver
no debe ser traído a México? Porque en la
historia de México no hay cadáveres. Nuestro
pasado es una herida que no hemos sido
capaces de cerrar. Están latentes las antiguas
pugnas: hispanistas contra indigenistas; conservadores
contra liberales; revolucionarios
contra reaccionarios.
La historia -lo dije hace unos días- no
es ceniza: es rescoldo cuyo fuego se aviva al
menor soplo. Eso sucedería si se trajera aquí
el cuerpo de don Porfirio. En el cementerio
de Montparnasse, en París, descansa en paz.
Ahí recibe el homenaje de muchos buenos
mexicanos que lo consideran un mexicano
bueno.
Aquí nuestras inquinas y nuestra incivilidad
no lo dejarían reposar. Hoy se cumple
el centenario de la muerte de Porfirio Díaz.
Contra todos los vientos y todas las tempestades
-y a pesar de lo mucho que quiero a papá
Chema- rindo homenaje a su memoria.
Creo que fue un gran mexicano, y aunque no
desconozco sus errores me los explico a la luz
de su tiempo y de su circunstancia. No siento
nostalgia de ese pasado tan pasado, y pienso
que la Revolución trajo consigo cambios que
por fuerza debían suceder.
Pero considero que es injusto e irracional el
trato que la historia paraestatal ha dado a don
Porfirio. Algún día, cuando nuestra historia
sea más veraz y menos dogmática, se le hará
justicia. (Ojalá eso no suceda hoy en la tarde,
porque voy a ir al cine)... FIN.

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