Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Inútil ley seca
2015-06-08 | 10:41:07
Dos amigas estaban comiendo en un elegante
restorán de la Ciudad de México. Se
acercó a su mesa un hombre bien vestido
y le dijo a una de ellas: “Disculpe usted,
señora. Mi esposa, que está allá, vio su
bolsa y le gustó bastante. Me pidió que le
preguntara dónde la compró”.
Respondió de buena gana la mujer:
“La adquirí esta mañana en la tienda
Jodesposso’s, que está aquí cerca, a la
vuelta de la esquina. Vayan ustedes; tienen
otras bolsas parecidas, y del mismo
precio”. “Si no es indiscreción -volvió a
inquirir el hombre- ¿cuánto le costó la
bolsa?”. Contestó la mujer: “Pagué por ella
22 mil pesos”. Se vuelve el señor hacia su
esposa y le grita: “¡Vieja! ¡La compró en
Nueva York!”...
La escasez de agua en aquel pueblo era
tan grande que en cinco años no se había
celebrado ahí ni un solo bautizo...
Entre las muchas, muchísimas estupideces
que hubimos de sufrir a lo largo del
larguísimo proceso electoral que culminó
ayer, una de las más grandes y supinas es
la llamada ley seca, disposición obsoleta
y anacrónica que debería ya desaparecer.
Esa medida inhibitoria se justificaba en
los pasados tiempos, cuando las elecciones
eran señoreadas por políticos cerriles
con pistola al cinto, caciques arrabaleros y
matones de puñal. Recuerdo un conciso y
preciso epigrama de esa época. Lo hizo, si
no recuerdo mal, don Luis Calderón Vega.
Dice así: “Barbacoa. / Buen pulquito. / Cito
plebe. / Plebiscito”.
Entonces sí era necesario evitar la venta
de bebidas alcohólicas en día de elecciones,
aunque sospecho que la prevención era tan
inútil en esos lejanos días como lo es en
éstos. Cerca de mi casa -la de ustedes- hay
una tienda de conveniencia. El viernes vi
ante ella una fila de más de veinte parroquianos,
y a otros que salían llevando ya
su copiosa dotación de cervezas o licor.
Ciertamente los tiempos han cambiado.
La gente no se alcoholiza ya en día de
elecciones, pues éstas han dejado de ser las
batallas campales del ayer y son ahora jornadas
civiles -y civilizadas- generalmente
ordenadas y pacíficas. Si alguna violencia
se presentó ayer seguramente no se debió
al alcohol.
La llamada ley seca hace de los ciudadanos
una especie de incapaces sujetos
a la tutela del Estado y de la autoridad
electoral, que siguen aplicando por pura
rutina una disposición que no tiene ya
razón de ser. Y va de anécdota.
El Presidente Kennedy observó que
los cañones con que se disparaban las
salvas de honor en algunas ceremonias
oficiales de Washington eran atendidos
por tres soldados. Uno ponía la carga y
otro accionaba el mecanismo del disparo.
El tercero no hacía absolutamente nada:
se mantenía en pie, inmóvil y hierático, al
lado del cañón.
Preguntó por qué era eso, y nadie supo
contestar. El Pentágono ordenó una investigación
al respecto. Por fin un historiador
de asuntos militares dio con la respuesta.
Antiguamente los cañones eran tirados
por un par de mulas. Cuando el cañón
disparaba las acémilas se asustaban, y era
necesario que alguien las sostuviera por
las bridas para que no salieran a escape.
Con el tiempo desaparecieron las mulas,
pero por inercia el mulero se quedó, pues el
reglamento indicaba que la batería debía
ser servida por tres hombres.
En el caso de la ley seca ni el mulero ni
las mulas han desaparecido. Esperemos
que un legislador con buen sentido -alguno
debe haber- presente una iniciativa para
abolir ese caduco resto del pasado.
La mamá de Pepito le avisó a su esposo:
“El niño encendió la computadora”. Respondió
el papá: “Déjalo; no pasa nada”.
“Está bien -cedió la señora-. Pero no te vayas
a enojar cuando la destruya el fuego”...
Astatrasio Garrajarra y Empédocles
Etilez terminaron de beber en la cantina, y
acordaron encontrarse ahí mismo un mes
después. Llegado el día entró Astatrasio
puntualmente en la taberna. Empédocles
ya estaba ahí. Le preguntó Astatrasio: “¿A
qué horas llegaste?”. Respondió Empédocles,
lacónico: “No me he ido”...
Una mujer de Londres parió quíntuples.
Cuatro de ellos nacieron minutos antes de
las 5 de la tarde. El otro tuvo que esperar un
poco, porque a esa hora la señora tomaba
el té. (¡Carajo, por lo que veo hubo hoy aquí
ley seca de chistes colorados!).FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Historias del señor equis y de su
trágica lucha contra La Burocracia.
El Funcionario del Estado hizo
llamar al señor equis y le preguntó:
-¿Por cuál Partido votaste ayer?
¿Por el Azul, por el Rojo, por el Verde,
por el Amarillo, por el Anaranjado,
por el Turquesa, por el Sepia,
por el Morado, por el Negro, por el
Blanco, por el Gris, por el Castaño,
por el Violeta, por el Café, por el
Pardo, por el Ocre, por el Magenta,
por el Corinto, por el Caqui, por el
Fiucha, por el Color de Rosa o por
el Chedrón?
Respondió, tembloroso, el señor
equis:
-Voté por el Partido Gris.
-El Funcionario del Estado sentenció,
indiferente:
-Está bien.
El señor equis había temido que
lo llevaran a Prisión por haber dado
su voto al Partido Gris, pues el
Partido del Funcionario era el Rojo.
Se atrevió a preguntar:
-¿Por qué está bien?
Contestó el Funcionario:
-Por dos razones: porque todos
somos los mismos y porque todos
somos lo mismo.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Elecciones...”.
Tuvieron ayer lugar.
Y comentó una lectora:
“Magnífico. A ver si ahora
nos permiten descansar”.

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